Al Feng Shui se lo presenta, a menudo, como el arte del equilibrio y la armonía de los espacios que habitamos. Muchas veces, en la aplicación de estos conceptos, se pervierte la idea original de equilibrio inspirado en la naturaleza, imponiendo al espacio un rígido orden, que evita la propia espontaneidad de la vida y el uso gratificante del lugar: habitaciones donde todo debe permanecer en una disposición inalterada, donde cada habitante tiene asignado un lugar y donde nefastos designios amenazan cuando se quebranta el orden establecido. Todo esto no favorece la relación entre los seres vivos y el entorno.

En la naturaleza, en cambio, tal rigidez no existe. Aparentemente en ella todo está desordenado y, sin embargo, pautas armónicas funden y entrelazan  los elementos y las distintas formas de vida, las intensidades de luz danzan en los ciclos del día y la noche, de las estaciones... y surgen, constantemente, inigualables escenarios que estimulan la vida.


Cuando realizamos un estudio de Feng Shui, influimos principalmente en la energía que se desplaza en bandas horizontales. Pero para poder intervenir de modo eficaz en la energía proveniente del subsuelo, es necesario complementar el estudio de Feng Shui con la práctica del Geo-Qi o Geoacupuntura. De esta manera podemos conseguir un estado de equilibrio en los campos magnéticos del hábitat y asegurar la salud.
Los geomantes se dedicaron durante milenios a observar los encuentros de ambas energías en multitud de circunstancias, 
Y nosotros utilizamos el Feng Shui como un camino donde la naturaleza es el modelo y el espejo para recrear la vivienda y su hábitat. 



Fuente: Araceli Moreno - 



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